Confesiones del Viento

En los albores del universo yo fui un dios que quería ser libre y siendo dios no lo era. Sacrifiqué mi cuerpo y mi poder y me convertí en viento para vagar allí donde se me antojara. He visto infinidad de cosas, de personas, de vidas. He visto los corazones de millones de hombres y mujeres y me he colado en las casas más humildes y en salones de reyes. He visto imperios alzarse y caer, amores y amistades, traiciones y mentiras. He visto nacer y morir héroes. He olido a guerra, a la sangre de los muertos y a sangre de alumbramientos. He olido a mentiras, a cobardía y a miedo. He oído el canto de las sirenas, el susurro de los amantes y los suspiros de los moribundos. He acariciado pieles de doncellas y filos de espadas. He tocado las alas de los ángeles y los rayos del sol, almas que iban a nacer y almas que acababan de morir. Olvidé mi nombre, entre los miles de nombres que he oído, que he visto escribirse en odas y que han tallado en lápidas que luego yo mismo he borrado. Me he llevado besos, lágrimas y suspiros, promesas incumplidas y amenazas, clamores y alabanzas. Me han herido con flechas y piedras, con miradas y palabras. He estado en millares de lugares a la vez y vivido millones de instantes y vidas. A veces, recuerdo algo de la que fue mi vida y me parece insuficiente el breve contacto que tengo con las otras.
Ahora veo este mundo que perdió la magia hace mucho tiempo. Los seres humanos vendieron su alma por un falso progreso y unas bellas mentiras. Sus corazones se han vuelto de metal y sus almas se han quedado vacías. Sus ojos solo ven el efímero brillo de lo material. Solo veo desolación allá donde mire, los corazones puros van desapareciendo ahogados en el dolor de las injusticias.
Y seguiré viendo como os condenáis a vosotros mismos, como os hundís en vuestras miserias. Veré como os encerráis en vuestras falsas pretensiones, os veré dejar de lado vuestra salvación por expectativas equivocadas…
Y veré vuestro fin.

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Los Perdidos

Mis manos ya no tocan nada. Mis labios ya no exhalan aliento. De mi boca ya no salen palabras y mi sombra ya no se posa en el suelo. He muerto y ahora mi alma vuela entre los recuerdos de lo que fue mi vida. No tengo cuerpo con que caminar pero veo. Las risas de mi infancia. El primer amor y el primer dolor. El pasar de los años y de la gente por mi vida.
Mi vista se posa en las miradas de aquellos que alguna vez me acompañaron. En las sonrisas y en los momentos que compartimos. Ante mí pasan verdades y mentiras, secretos que dolieron al susurrarlos hasta que el tiempo se llevó su dolor. Ante mí aparecen una a una las primeras veces de mi vida, acompañadas de los sentimientos que en su día despertaran. Como un temblor de tierra, sacuden mi alma.
Mi vida va pasando, las cosas que dejé atrás, lo que creí importante y no lo era, lo que no le dí importancia y lo perdí por ello. Me voy desprendiendo de aquello que me llenó un día, de lo que ya no me pertenece. Mi familia se va ante mis ojos y junto con el dolor de su marcha llega la esperanza de reencontrarnos algún día. Los que se han ido vuelven confirmando ese reencuentro.
Una luz creciente ilumina los últimos recuerdos. Los sufrimientos que quedaban se deshacen en esa luz. Llega la hora de la paz, la hora de volar.
 
Y vuelo.
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Los Perdidos

Latidos bajo el silencio. Aliento a medias contenido, esperando, el fin y el principio. Corazones que gritan porque todo termine, pero la injusticia y el dolor nunca se acaban. Almas que claman justicia para los que se han ido, obligados a irse por una mano negra que les rompió el destino. No hay lágrimas suficientes para las sonrisas que ya no iluminarán al sol, para voces que no se volverán a oír, para miradas que un deseo torcido ha apagado para siempre. Frío en el corazón, dolor de hielo que congela el alma y que ningún calor puede derretir. Vidas rotas que no se pueden recomponer. Vacío, inmenso e insondable que lo llena todo dejando nada. Ni el tiempo puede llevarse el dolor y los recuerdos. Rabia que ahoga porque los culpables siguen vivos

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El Ángel Que Lloraba Entre Cubos De Basura

Entre cubos de basura, un ángel lloraba. Era una mujer, con el cabello largo y rubio casi transparente de tan claro, con los rasgos de su rostro delicados y suaves. Un muchacho entraba corriendo en el callejón, huyendo de los compañeros de clase que querían darle una paliza. Para esconderse se metió entre los cubos, temblando de miedo. Fue entonces cuando la oyó llorar. Olvidando a sus perseguidores se acercó y le puso una mano en el hombro y le preguntó:

-¿Por qué lloras?

Ella alzó la cara y lo miró directamente a los ojos. Fue entonces cuando vio sus alas, caídas a los lados como si quisiera que se le desprendieran.

-¿Eres un ángel?

Durante unos segundos no hablaron, hasta que él reparó que no podían estar viéndose.

-¿Cómo puede ser? –musitó él. Ella simplemente lo miró con tristeza.

Pareció que el tiempo y el mundo se detenían, hasta que ella volvió a llorar con la cara sobre las rodillas.

Él volvió a ponerle una mano en el hombro, deseando consolarla.

-Aún no me has dicho por qué lloras.

Ella suspiró.

-Porque pensaba que ser un ángel sería distinto.

-¿En qué sentido?

-En poder hacer más. Poder ayudar, poder luchar contra el mal.

-¿Te refieres a matar demonios y esas cosas?

Ella rió suavemente.

-No, el mal no es sólo eso, aunque me he cruzado con algunos –volvió a mirarlo, con una asomo de sonrisa en los labios. ¿Cómo sería la sonrisa de un ángel?-. El mal son las personas que se desentienden de los problemas ajenos aún pudiendo hacer algo, las que matan o hacen daño por placer, y muchas cosas más.

El muchacho podía imaginárselo, y no sólo por sus compañeros que lo maltrataban. Todos los días se veían muchas, demasiadas cosas. Ella siguió hablando.

-Estoy cansada de ver miseria y sufrimiento por todas partes sin poder evitarlo. Nadie ve, nadie oye. Entiendo que a veces uno tiene demasiados problemas para poder ayudar, pero hay gente que no, que simplemente no lo quiere hacer. Que solo viven para sus propios intereses.

-¿Dinero?

-Eso y mucho más. Poder, ambición. Gente que lo que quiere es que otros le obedezcan, tengan razón o no, hagan daño o no. Sea justo o no. La justicia está desapareciendo.

-Sí –contestó él mirando al suelo-. Resulta casi tan raro como ver salir una flor del asfalto.

-Asfalto… -susurró el ángel-. Es como si los endureciera… -miró al chico, que aún estaba mirando al suelo. Volvió a mirarse las rodillas y continuó-. El ser humano ha perdido todo contacto con la naturaleza, con sus raíces. Ya no recuerda cuáles son sus orígenes. Y ha perdido mucho a causa de ello.

El muchacho asintió en silencio. Realmente a veces se sentía perdido, como si le faltara algo. Sonrió tristemente al recordar lo mucho que protestaba para ir al pueblo de sus padres y lo bien que se lo pasaba una vez allí. Ahora su padre ya no estaba y ya no iban al pueblo porque a su madre le resultaba muy doloroso.

-La muerte produce mucho dolor –susurró, siguiendo sus pensamientos. Y eso le recordó la rabia y las dudas que tuvo cuando murió su padre. Miró al ángel muy serio y preguntó: ¿Por qué nos morimos?

-Pensaba que era por un propósito –contestó ella mirando la basura que tenía a su alrededor-. Creía que algunas personas morían para ayudar al mundo desde el otro lado –el chico hizo un gesto señalando que no lo entendía que ella captó de soslayo-. Por eso lo hice, pensando que así podría ayudar al mundo.

El muchacho la miró más detenidamente, tratando de comprender. Un recuerdo acudió a su mente al ver mejor los rasgos de ella, parecidos a los de alguien a quién a veces echaba de menos. Recordó a sus amigos diciéndole aquella fría mañana que una compañera había aparecido muerta en un callejón cercano. Se había suicidado. Esa compañera. Ese callejón.

-Eres tú… -murmuró, sin saber qué sentir al respecto-. Sigo sin entender.

Ella alzó la cabeza y lo miró a los ojos.

-No solo lo hice por eso. Había demasiado dolor en mi vida. No quería sufrir más.

-¿Te dijeron los ángeles que lo hicieras?

Ella lo miró algo ofendida.

-¡No! Jamás harían eso. Ellos aprecian la vida, y sufren mucho cuando alguien se suicida o cuando no pueden aliviar su sufrimiento. Me encontré a uno llorando cuando llegué a este mundo.

Los ojos del muchacho se nublaron. Un ángel llorando era entristecedor.

-¿Por ti?

Ella asintió.

-Era mi ángel de la guarda, que se sentía muy mal por no haber podido ayudarme, por no haber podido evitar mi muerte. Se sentía culpable.

-¿Y por qué no hizo algo?

Ella sacudió la cabeza negativamente.

-No podía, ninguno puede. Han perdido poder, porque la gente ha dejado de creer en ellos. Se han roto las conexiones, por eso no pueden hacer más. Y nosotros tampoco hacemos mucho por nosotros mismos –volvió a mirarlo-. Si una persona no se pone el cinturón para conducir, o bebe demasiado, por ejemplo, ¿cómo puede su ángel protegerlo?

El muchacho calló. Eso era verdad. Su padre no había muerto así, pero sí había oído muchas noticias de gente que se mataba con el coche o que provocaba accidentes por ir demasiado bebida.

-No puedo creer que lo hicieras para convertirte en ángel.

Casi pudo ver como el nudo se cerraba en torno a la garganta de ella. Sus ojos se oscurecieron y los cerró.

-No podía soportar aquello. Me dolía y me daba asco. Me amenazaba y yo no tenía a nadie que me ayudara. No quería que me tocara más.

Otro recuerdo, de los rumores que corrían acerca de cierto profesor que abusaba de alumnas. Se decía que lo habían procesado una vez por una denuncia, pero además era director del colegio y era amigo de algunos altos cargos del ayuntamiento. La chica aquella había sido expulsada y no se volvió a saber de ella. Así que esta compañera había huido del horror de los abusos.

-Era verdad…

Ella asintió en silencio

-No era la única. De otros cursos también había, cuatro más. Todas tenían miedo. Yo ya no podía más, y creía que esta era la forma de escapar y de ayudar.

Él sintió rabia. ¿Por qué sucedían esas cosas?

-¡No creo en vosotros! –le gritó-. ¡No hacéis nada! ¡Estamos indefensos!

Ella asintió otra vez y volvió a llorar. Él se arrepintió un poco de haberle gritado.

-Una de las chicas ha podido escapar. Estuve en sus sueños y le mostré una playa. Allí tiene familia. Ahora está con sus abuelos y estudiará en el instituto de allí.

No se había sentido demasiado bien por aquello. Ella estaba a salvo, pero había más y él seguía impune.

-Tan sólo una… -sollozó sintiéndose tan impotente como cuando había intentado ayudar a las demás o que lo castigaran a él.

Él volvió a ponerle una mano en el hombro. No es que no quisieran ayudar. La abrazó y durante un rato estuvieron así, hasta que ella se dio cuenta de que la abrazaba y rechazó el abrazo suavemente.

-No, no me lo merezco.

El muchacho creyó que era por lo que le había gritado.

-Es que, la verdadera razón por la que lloraba… era que no pude salvarte.

La miró a los ojos sorprendido, sus ojos se acercaron hasta que le pareció que entraba en ellos y el azul se convertía un blanco que lo llenaba todo. El llanto de ella se transformó en voces y el blanco en rostros. Estaba tumbado en una camilla. Su madre y sus hermanas estaban junto a él. También había dos personas a las que no conocía, vestidos con batas blancas.

-Está despertando. Démosle tiempo.

-¡Mi hijo! –Exclamó su madre acercándose a su cama-. ¿Estás bien, mi vida?

Había lágrimas en sus ojos y surcos en su cara. Le temblaban los labios. Oyó a sus hermanas llorar y le pareció ver que se abrazaban.

Quiso hablar pero le pesaba la lengua y tenía la boca seca. Probó a mover una mano y se sorprendió al verla aparecer ante él. Su madre la cogió cariñosamente y con la otra le acarició el pelo.

-Ya pasó todo.

Le explicaron que sus compañeros de clase le habían dado una paliza. Lo habían encontrado tirado en el callejón donde la habían encontrado a ella. Llevaba en coma algo más de un mes y creían que se iba a morir.

-Ella dijo… que no había podido salvarme…

-¿Ella? –Preguntó su madre. Sus hermanas lo miraban con los rostros surcados de lágrimas, sin poder creerse que estaba vivo. El muchacho miró a su madre.

-La compañera que se suicidó. Era un ángel.

Su madre sonrió cuando el médico le susurró “efectos de la medicación y del coma”. Le dio un beso en la frente.

-Sólo ha sido un sueño.

Los médicos hicieron a su madre aparatarse a un lado y empezaron a hacerle preguntas y pruebas. Le pareció ver un destello blanco en la ventana. Miró y vio a la chica ángel sonriéndole sentada en el alfeizar.

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Expandirse

Saludos a todos

Quiero que mis escritos se conozcan en muchos sitios. Me encanta escribir y es a lo que me gustaría dedicarme en la vida. Aquí voy a ir poniendo mis relatos y capítulos de mis novelas. Espero que os gusten.

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